digo: basta. y la lluvia se detiene. los paraguas se secan y todo lo demás mantiene la tristeza, la misma tristeza de la mecera temblándole el café. es bella y de la taza reposan peces sin nombre. sobre la misma conclusión se encogieron los jefes de familia y no arroparon a sus mujeres y niños, ni siquiera a sus queridas. se encogieron como enfermos terminales. Luego desayunan, se lavan las manos, acomodan el reloj.
domingo, 1 de junio de 2008
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